junio 20, 2017 4 Minutos de Lectura 1 Comentario

No fue fácil, nada fácil desde el comienzo.

Cuando revisamos el calendario, el ½ Ironman de Iquique se veía como una buena carrera por el clima, temperatura del agua y como una preparación para el mundial 70.3 de septiembre. De modo que compramos los pasajes, reservamos el hotel y nos inscribimos.

Compartimos nuestra iniciativa con el equipo y varios se fueron sumándo poco a poco, todos en el mismo hotel. El segundo fin de semana de junio iba tomando la forma de un gran paseo de curso. Llegaríamos a la “tierra de campeones” el viernes 9, lo que nos daría tiempo de organizar todo para ese domingo.

Sin embargo, a poco más de un mes de la competencia, nos enteramos de que la fecha original se adelantaba para el sábado 10 y todos nuestros planes, de tener un sábado para armar la bicicleta, ver y analizar el recorrido, preparar el bolso y la alimentación de carrera con calma, se esfumó.

Nada que hacer, sólo encomendarnos a nuestra propia capacidad de sacar adelante una buena carrera y la posibilidad de descansar y disfrutar de las bondades de la ciudad post carrera, antes de nuestro regreso a Santiago.

Viajamos en el último vuelo, llegando al hotel a las 11 de la noche, con hambre y a trabajar. Por ende, no descansamos lo suficiente y nuestra alimentación, previa a la carrera, fue totalmente insucifente.

Suena el despertador, después de 4 horas tratando de dormir y luchando contra el pensamiento seguir en la cama por 5 minutitos más, los cuales no existieron, ya que el café ya estaba servido y la ducha corriendo. Tomamos desayuno en equipo y a las 8:00 AM estábamos listos en la playa calentando junto a las medusas.

El mar estaba bien movido, con olas grandes que capear. En particular, no les temo. Comienza la carrera, brazada tras brazada, buscando las boyas, sintiéndome bien y agradecida de estar en el mar. Sin embargo, durante el recorrido tragué gran cantidad de agua que, probablemente, fue la causa de algunas “cosas” que me pasaron durante a carrera.

A la salida me sentí sin problemas, orientada, pulso en zona: Bien! Hice una transición rápida y salgo al pedaleo sin saber bien como se venía la ruta. Es así que la sorpresa llega con 4 giros, con dos subidas importante cada uno, y con retornos, haciendo del ciclismo una ruta complicada.

No bastó eso para que fuera complicada, sino que al comenzar con el proceso de hidratación y alimentación, no lo logro ejecutar. Siento mi estómago lleno, me tomo mis sales minerales, un gel, un sorbo de líquido desde mi caramagiola. Voy por un segundo sorbo y al tercero mi estómago no aguanta y pasa lo que imaginarán... Tomo agua sola desde otra caramagiola, logro tragar, voy por un gel a la media hora y pasa sin problemas, voy por otro sorbo y se repite el desastre...

Comienza mi preocupación por el futuro de la carrera. Decido no forzar mi estómago por el resto del ciclismo. En el último giro, paso a mi marido que estaba con problemas en su bicicleta, cruzamos unas palabras nada más. Luego el me pilla en el retorno dándonos fuerza para continuar y se entera de los sucedido.

Nuevamente, hago una buena transición y a pocos metros ya trotando lo alcanzo otra vez, decidimos avanzar juntos, sin embargo a él le dan calambres en las piernas y se queda atrás. A mi lado hay un joven en una mountain bike. Yo lo miraba con cara de quién eres tú y por qué me sigues, por qué no vas por otro lado, hasta que Manuel, mi marido, que estaba atrás mío me dice que le mire la banderita …. Desde ese instante fue mi mejor amigo en la carrera.

 

Hasta aquí, ya había superado muchos imprevisto, pero no había imaginado lo que vendría.

Al rato comienzo a sentir dolor de costado, a cada metro el dolor se acentuaba más, cada vez más y se hacía insostenible. Estaba con mucho dolor abdominal y lo estaba pasando muy mal, pero seguía corriendo. Mi entrenador me ve y me dice que baje el ritmo. Le hago caso, pasa el dolor…calambres… malditos calambres!!

Me alcanza Manuel, me pasa, lo sigo atrás y seguimos así varios kilómetros hasta el último retorno donde él se queda. Sigo a mi ritmo y a los dos mil metros de la meta, regresan los calambres. No sé si mi tolerancia bajó, pero los sentí con mayor intensidad hasta el punto que tuve que parar y flectar el abdomen dos veces. El público me animó. Los niños que me vieron y escucharon, me alentaron para que continuara.

Mentalmente me sobrepongo rápido y retomo, corro estirando el abdomen, toda chueca por un kilómetro hasta que nuevamente alcanzo a Manuel y me voy atrás de él, paso a paso. Él acelera, yo acelero, me pongo a su lado y me dice: “Explota, Franci, explota…” Y corremos juntos hasta la meta.

Nada fácil la carrera, nada se ajustó a lo planificado, pero todo se alineó para tener la mejor llegada a la meta.

Puro corazón…

 

Por: Francesca Braghetto


1 Respuesta

Tu mamá
Tu mamá

junio 21, 2017

Me emociona leer lo escrito , te ves tan chiquitita , tan frágil , tan flaquita……pero me doy cuenta que eres un dragón , fuerte y tenaz, siempre lograste lo que te proponías aunque costara ……. me siento orgullosa de ti , besos hija mía.

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