Más de alguna vez escucharon por ahí “Chattanooga Choo Choo”… Qué es?... Ni idea, pero el destino quiso que conociera ese lugar y de una manera especial; Compitiendo en el Mundial.
Para mí, llegar al mundial fue tanto un regalo como mucho trabajo. Regalo, porque no lo busqué entrenando, sino por un resultado en Pucón 2017 y mucho trabajo, porque cuando estoy entrenando trato de sacar lo mejor de mí para mejorar. Y cuando recibes un regalo por el cual sabes que te has esforzado, lo valoras diferente: lo aprecias.
Al recibir la moneda del evento fue cuando realmente me puse ansiosa, ya había recibido el correo de IRONMAN, había hablado en mi trabajo para que me apoyaran por unos días y me puse a llorar en pleno colegio de mi hija cuando mi marido me dijo: “vamos a ir en familia a Chattanooga”.
Ya con el panorama listo para el 9 de septiembre, solo había que entrenar.
Con mi entrenador, Andrés Barraza, planificamos la preparación física y las secciones de las tres disciplinas sabiendo que sería la carrera más dura del año y que la organización se había esmerado en que así fuera.
La experiencia más emocionante de mi vida.
Sí, la experiencia más emocionante de mi vida. Estaba con tanta ansiedad que, a tres semanas de la carrera, quería que fuera ya. Me sentía muy bien, sin ninguna lesión, ya tenía las maletas medio armadas, con el check list de cosas por hacer y comprar y soñando despierta antes de dormirme.
El Tennessee
Nunca había nadado en río y me llamaba la atención que la sección de natación fuera aguas arriba en el Tennessee. Como que todo era muy de película y estaba mentalizada en sacar una buena sección. Pasar bajo dos puentes lo encontraba demasiado audaz, así que cuando me lancé a la aguas del Tennessee comenzó la emoción con un piquero desde la plataforma.
Lookout Mountain
Todos anunciaban que el ciclismo sería lo más duro, pero no fue eso lo que quedó en mi memoria, sino la belleza del paisaje, salir de la ciudad y atacar una pendiente que nos daba la entrada al bosque donde alguna vez estuvieron los Cherokees, con vistas al llano y luego a los campos de Georgia.
La ciudad
El trote fue el climáx de la emoción!
El circuito tenía 2 giros comenzando, pasando bajo un muelle y luego cruzando el río, hacia el lado norte de la ciudad, con muchas subidas y bajas de gran pendiente. Corrías por un bosque junto al río, pasabas por puentes de madera, entrabas y salías de la ciudad llena de alientos de habitantes, amigos y familiares.
Ese fue el escenario donde la emoción me dejo sin aire a 300 metros de la meta cuando Manuel y Laura después de varias y agotadoras horas bajo el sol, con una gran multitud de personas de todas partes del mundo, me estaban esperando con un objeto especial que me había regalado una gran amiga, para abrazarlos y besarlos.
Si me ahogué, me ahogué de pura emoción, de pura alegría y satisfacción por haber logrado llegar al mundial 70.3, de haber preparado la carrera con todas sus aristas, de llegar a la meta, de que Los DuBra estuvieran allí, me ahogué y esa fue la parte más difícil de la carrera, volver a respirar para luego cruzar esa línea, ese pórtico con las manos en alto y escuchar tu nombre.
Pura emoción!
Por: Francesca Braghetto
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