febrero 26, 2018 2 Minutos de Lectura 1 Comentario

El título de esta nota puede sonar extraño pero si le vemos desde la perspectiva de que los artesanos realizar obras únicas, siendo cada unidad diferente a la que le sigue, particulares, a medida y que plasman en cada obra los sentimientos y vivencias de ese periodo de trabajo no distamos mucho de ellos. Digo artesanos porque cada carrera es diferente aunque tengamos los mismos patrones.

La preparación a una carrera es larga y conlleva mucho trabajo, determinamos nuestro objetivo y comenzamos la planificación de sesiones, al igual que un pintor que investiga primero sobre un tema y se prepara.

Nosotros no solo trabajamos en las pistas como si fueran líneas de producción. Al contrario, es un trabajo producido por una persona desde el inicio al fin, hecho a mano y a la medida por cada uno y para cada uno.

Para la preparación conversamos con nuestros coach y compañeros para tener opiniones objetivas y fundadas, leemos blogs, buscamos un partner de entrenos, preparamos la alimentación y nuestras mochilas día a día y noche tras noche.

Madrugamos, pasamos frío y calor, a veces en una misma jornada, nos rompemos las manos cual escultor, se nos parten los labios bajo el sol cual mampostero del medio evo, nos duelen las piernas y a veces dudamos de que si esta obra valdrá la pena. Extrañamos durante esas largas jornadas a ese amigo de la universidad o del colegio que hoy te mira como bicho raro y que dice las típicas cosas como: “¿qué te pasó?; estas loc@!; me encantaría hacerlo pero…; ¿cómo puedes entrenar tanto?!, para que corres si no ganas; y un sinfín de frases que solo pasan por que vamos en posición aero hacia nuestro objetivo, nuestra obra, nuestra carrera.

Nos vamos transformando durante ese proceso de preparación, cambia nuestro cuerpo, nuestro estado de ánimo, suceden cosas en nuestros hogares, trabajos, en nuestro entorno y que de alguna manera van moldeando la obra, la carrera. Puede que la preparación a una carrera sea nuestra vía de escape a acontecimientos que nadie espera y que llegan y que le dan valor particular a cada medalla de Finisher.

Llega el ansiado día, a la hora del amanecer, descalzos frente a ese cuerpo de agua que nos invita a sumergirnos, con frio, como si fuera un ritual[1]. Probablemente dormimos mal y a saltos, repasando el pasado, presente y futuro. Nos despedimos, nos deseamos suerte, nuestros pulsos suben y luego se estabilizan, dudamos… pero nos construimos con bases sólidas y continuamos para terminar la tarea.

No sé si a todos les pasa, pero cuando ya sabes que te quedan un par de kilómetros y se acerca la línea me entristezco, me llega una sensación de pena porque se va a acabar este proceso, la carrera, de que terminaste la obra, es acá que todo viene a la cabeza y que corres con más fuerza que no sabes de donde surge porque lo consumiste todo… rompes en llanto y alegría, satisfacción y euforia. Miras al cielo porque culminaste tu obra, tu carrera que tanto diste y tanto te entregó.

 

 

[1] Ahora que lo pienso, leo y escribo estoy convencida que es un ritual.

 

 Por: Francesca Braghetto


1 Respuesta

Jose letelier
Jose letelier

febrero 27, 2018

Excelente definición francesca, «un ritual».

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